Título: Rose White
Autor: B. Yael
Género: Misterio, thriller
Publicación: 10 de Marzo de 2016
Sinopsis: "Y a pesar de que no puedo sentir nada, al menos vivo en mi imaginación. Y a veces, solo a veces, me permito recordar lo que fui una vez." Conoce la trágica historia de Rose White.
Relato:
En la oscuridad del cuarto me obligo a mantener los ojos cerrados. No sé
que hora es. No sé si es de día o de noche pero sí sé que si mis pestañas se
encuentran hacia abajo entonces puede ser el horario del día que yo quiera.
Tomo respiraciones cortas porque el olor a encierro y suciedad me da
arcadas y hace que mi nariz se frunza y ojos puncen con dolor, como si
quisieran dejar salir las lágrimas pero eso no es posible. Ya hace tiempo dejé
de llorar. Y aunque existen espaciados momentos donde me pregunto por qué ya no
tengo esa habilidad –o debilidad, luego recuerdo. Llorar implica sentir algo,
ya sea alegría, miedo, dolor, frustración o angustia y esas son emociones que
ya no tengo idea de cómo se sienten. El único sentimiento que puedo expresar
bien es el del vacío constante porque no hay nada. Y tal vez los astrofísicos
se rían de mí por decir esto pero aquí va mi teoría.
El sentimiento del vacío es como un agujero negro solo que en vez de estar
en el universo, se encuentra dentro de uno mismo. Éste se mantiene constante,
pulsando, vibrando lleno de la vida que consume, dentro de tu pecho, tragándose
todo rastro de energía positiva que puedas llegar a sentir aunque sea
mínimamente. Absorbe todo lo bueno y va creciendo haciendo que solo quede la
energía residual, la que no ayuda al alma. La que no purga los miedos, las inseguridades
y el dolor. La que continúa haciéndote creer que nada bueno va a pasar, que
todo te lo mereces, que tu destino es una mierda y que ya nada queda, salvo el
esperar a que alguien se apiade de mí y termine conmigo.
Pero acá, en la oscuridad detrás de mis párpados, no me permito sentir ni
siquiera el vacío porque acá vivo en un sueño; En uno que yo misma puedo crear
y vivir. Tal vez va en contra de mi entumecimiento pero es lo único que me
queda. Y a pesar de que no puedo sentir nada, al menos vivo en mi imaginación.
Y a veces, solo a veces, me permito recordar lo que fui una vez.
Acabo de terminar la escuela, mi
familia está felicitándome, sus sonrisas llenas de orgullo junto a los ojos
llorosos de mi madre me llenan de una sensación de paz y felicidad. Lo hice.
Logré recibirme de diseñadora de indumentaria. Tengo la capacidad de crear arte
a través de las telas. Cada textura, cada diseño, cada prenda va a ser creada
por mí. Lo sé porque gracias a mi familia y la de una amiga y compañera vamos a
poder cumplir nuestro sueño de crear nuestra propia línea de ropa. Será algo
pequeño al principio, pero tenemos grandes planes. Grandes expectativas de que
terminará creciendo, aumentando su popularidad hasta el punto en que todos
nuestros sueños se vuelvan en algo mínimo porque la realidad los superó.
Vanessa y yo no somos como esas
personas vanidosas que solo quieren crear piezas únicas, exponerlas solamente en
desfiles y luego venderlas a miles de dólares como si alguien fuera a usarlas
más de una vez, si es que incluso llegan a hacerlo. Absolutamente no. Nosotras
queremos que nuestra ropa trascienda todo eso. Queremos que la gente opte por
vestirla en la calle, en sus casas, para ir a la escuela, para ir al trabajo,
al cine, a una primera o décima cita, a festivales. Queremos que nuestras
prendas sean útiles para los demás. No planeamos que se conviertan en piezas
únicas para ser expuestas a las celebridades del momento que son contratadas
para ir a presenciar un desfile, o ante la prensa que va a tratar a cada pieza como
“exquisita y única”. Queremos que sean únicas pero no deseamos que solo
terminen en el perchero de los camarines del detrás de escena de un desfile,
esperando por raquíticas muchachas que caminaran en línea recta por una
pasarela. Queremos más. Queremos que sean tan únicas que todos puedan
conseguirlas, a un precio accesible y porque pueden usarse para cada ocasión
que sean necesarias.
Despidiéndome de mi familia voy a disfrutar
de nuestra noche con mis amigos y colegas. Vamos a un bar llamado “Spiro” y
entramos. Estamos siendo descontrolados, bulliciosos a más no poder. Todos nos
miran mientras nos dirigimos a las mesas del sector privado que anteriormente
habíamos reservado pero nada puede borrar las sonrisas triunfantes de nuestros
rostros, y una vez instalados en nuestros asientos, cuando tres mozos llegan a
servirnos, el verdadero festejo comienza.
Cuatro horas más tarde puedo
sentirme entumecida, estoy bailando en el centro de la pista junto a Vanessa y
Aaron, moviéndome de lado a lado, mis brazos por encima de mi cabeza dejándome
balancearme al ritmo de la música. Mis ojos se encuentran cerrados y aunque por
dentro siento fuego, mi piel se siente pegajosa y mojada debido al sudor por
haber estado bailando por las últimas, ¿dos? ¿tal vez, tres horas? Pero no
puedo parar. Sigo moviéndome hasta que siento manos deslizarse alrededor de mi
cintura desde atrás y abro los ojos antes de mirar por sobre mi hombro y allí
está el hombre que cambiará mi vida para siempre.
Girándome con una sonrisa seductora
paso mis manos por su pecho y nos movemos juntos. Mientras bailamos él me cuenta que se llama
Alex y me pregunta mi nombre, le digo que Rose White y se ríe. Sí, mis padres
tienen un lindo sentido del humor. En el tiempo que duran tres canciones más
descubro que Alex tiene veintisiete años, que se mudó hace poco a esta ciudad
ya que tomó un trabajo en una empresa contable. Vive solo salvo por su pequeño
terrier. Alex es precioso, ojos verdes debajo de unas pestañas negras que
coinciden con el carbón de su cabello. Es alto, teniendo en cuenta que yo mido
un metro setenta sin tacones, y con éstos puestos casi lo alcanzo. Buena
constitución física también y mientras me doy cuenta de eso sé que esta noche
no llegaré a mi casa sola.
Cuando la cuarta canción empieza,
Alex me dice si podemos ir a un lugar más reservado y sonriendo le digo que sí.
Él nos arrastra cerca de los baños donde hay un pequeño reservado donde otras
parejas se encuentran besándose y tocándose. Permito que nos arrastre hasta un
sillón y sin duda no me quejo cuando se sienta y me lleva consigo mismo,
dejándome sentada a horcajadas y mientras su boca baja a besar la mía y yo no
tomo en cuenta la advertencia de mi mente de que algo no se encuentra bien
cuando sostiene mis manos detrás de mi espalda con una de las suyas. Debería
haberlo sabido mejor, debería haberle hecho caso a la advertencia de mi mente.
Cuando nuestra sesión de besos se
detiene momentáneamente, aprovecho para ir al baño cuando Alex dice que va a
conseguirnos algunas bebidas. A nuestra vuelta bebo el trago rojo que me da y
pronto los besos siguen, cada vez más fogosos y a medida que aumenta la
lujuria, nuestras manos comienzan a vagar por encima del otro. Lo admito, estoy borracha y sintiéndome
caliente pero en este momento no me importa porque solo quiero a Alex, pero
cuando me muevo un poco hacia atrás y estoy por dejar que mi mano llegue al
premio grande, él me detiene y dice que deberíamos salir e ir a su casa.
A pesar del leve mareo y de la
inexplicable debilidad que estoy sintiendo ahora, logro hacer que las palabras
salgan de mi boca diciéndole que vayamos a mi casa que se encuentra más cerca,
y sin decir una palabra, Alex nos levanta y lleva lejos. Lejos de reservado,
lejos de mis amigos, lejos del club, lejos de mi familia, lejos de mis sueños.
Lejos de mi casa, porque cuando despierto y la neblina se esfumó de mí ser, me
encuentro encerrada en una habitación gris con una cama cuyo colchón es tan
delgado como un papel, una puerta bloqueada y sin ventanas a la vista, y solo
un pequeño baño al otro lado de la puerta que sí se encuentra abierta. Sabía
que era demasiado bueno para ser verdad.
Cuando salgo del recuerdo me pregunto si esta vez van a acabar conmigo. Me
pregunto cómo van a hacerlo, y si lo harán haciéndome desnudarme como hacen
todos los días, dejándome muerta pero aún respirando o si esta vez dejaré de
respirar. Mis días ahora se basan en eso, esperar hasta cierta hora, la cual no
tengo idea porque desde hace más de un año que perdí la noción del tiempo,
donde uno, dos o tres hombres entran y se aprovechan de mí antes de alejarse y
que yo tenga un breve vistazo de ese hombre que me llevó lejos de mis amigos en
el club y arruinó mi vida, ese hombre que se hizo pasar por un tal Alex, de
veintisiete años con un título de contador, que me arrastró a esta habitación
para usar mi cuerpo como mercancía. Suelo verlo casi todos los días pero nunca
dice nada, y en sus ojos no hay emoción por mí solo por el dinero que le pagan
sus clientes abusadores.
Aunque todavía tenía los ojos cerrados, cuando escucho el clic de la
puerta, se que tengo que abrirlos porque a los que vienen casi nunca les gusta
cuando me muestro como si estuviera muerta, eso los lleva a violentarse y me
lastiman peor, entonces los abro para ellos justo cuando lo hace la puerta, una
última vez, y me resigno a mi destino porque probablemente volveré a quedar
muerta en vida; ya sabía lo que me esperaba después de la visita diaria, lo
viví durante muchos meses, pero lo que no tenía ni idea era que iba a ver a un
oficial de policía parado en la puerta y por primera vez en un año, una luz
demasiado cegadora, demasiado grande, empieza a luchar contra el agujero negro
y yo me permito tener una pizca de esperanza mientras me levanto débilmente y
con un tartamudeo respondo a la pregunta que me hicieron antes de desplomarme
de alivio.
—Sí, soy Rose White.